Se cumplen 45 años de esta aventura que dos médicos
sevillanos en una vespa –avispa en italiano– de 150
c.c. cuando, en el último año de carrera solicitamos
una beca para el “hospital Humberto Primo” de
Roma… Y la concedieron. Nos cogió de sorpresa porque
no lo esperábamos. Dos meses de trabajos clínicos,
estancia y manutención gratis. Teníamos que
pagarnos el viaje. Al principio, dudábamos. Era caro
en tren. El avión, descartado. De Barcelona a Génova
había un servicio marítimo. Pensamos en las navieras
que cubrían el Mediterráneo, barcos de carga donde
podíamos trabajar a cambio del pasaje, pero nos pusieron
muchos impedimentos. Nuestra desilusión era
grande, hasta que surgió la pregunta: “¿Y la vespa?”…
¡Claro que sí!”… No lo pensamos más. ¡En vespa,
aunque fuera moto-scooter de segunda mano!
Francisco José Sánchez de Medina y Rivero, es un
gran anestesista, ya jubilado, casado y con dos hijas
guapísimas: Inmaculada y Esperanza . Es sobrino del
gran poeta sevillano Rafael Laffón… Y, sobre todo,
un extraordinario compañero y gran persona. Preparábamos
los apuntes y consultábamos en la biblioteca
de la Facultad toda la problemática de una
difícil carrera. La experiencia del hospital de Roma
iba a ser muy interesante. Nuestro periplo fue alucinante,
Once días tardamos en llegar a Roma. Conducíamos
desde el amanecer hasta la puesta de sol.
Dormíamos en pensiones de pequeñas poblaciones.
Al llegar a la capital de Italia, nos recibió el profesor de la Facultad
de Medina, Dr. Mario
Gozzano, quien nos
preguntó: “¿Qué pretenden
en estos meses
de hospital?”… Y le
contestamos: “Ponernos
al día con la medicina
italiana”…Sonrío y nos dijo: “¿Y ver Roma,
no?... “Sí, sí, en las horas libres, le contestamos…”
¡Pues iros primero a ver Roma, doctores sevillanos!”.
Nuestro trabajo en el policlínico fue muy provechoso.
Tenemos de este viaje, multitud de anécdotas…
Solíamos, a media mañana, tomar el exquisito
café italiano con un simpático compañero que conocía
Sevilla y que nos decía: “Oh Sevil-la, bel-la, bella”…
Se llamaba Ander Dotti… Pasados algunos
años, por casualidad, leyendo una “revista del corazón”,
lo vimos retratado: Se había casado con nuestra
admirada actriz Audrey Hepburn, la de la mítica
película con Gregory Peck “Vacaciones en Roma”.
Después de nuestros meses de estudios en Roma y
de empaparnos de toda la grandeza de la Ciudad
Eterna, recibidos por el Papa Pablo VI y por nuestro
embajador ante la Santa Sede don Antonio Garrigues
Díaz-Cañabate, viajamos al sur, rumbo a Nápoles,
Pompeya y subimos hasta la cresta del Vesubio,
donde un guía nos repetía “Piano, piano, que andiano
Lontano”… Luego, rumbo al Adriático para subir
por Ancona, Ramini y Rabean, hasta la idílica Venecia.
Y la vuelta a casa, pasando por Milán, Génova,
sur de Francia, el golfo de León, “Mediterráneo de
luces”, Barcelona, Madrid y Sevilla… Más de once
mil kilómetros en una vespa, por carreteras de aquella
época. A la moto le pusimos por nombre “Esperanza”,
para que la Virgen Nuestra Señora nos
protegiera. Ahora se cumplen cuarenta y cinco años
de un viaje que recordamos constantemente . Lo
volveríamos hacer. Nuestros hijos y nietos la definen
como una extraordinaria “batallita” de dos médicos
jubilados, pero siempre jóvenes, moteros
aventureros.
oy en día, ir hasta Italia en moto, subir el Vesubio,
pasar al Adriático y llegar a Venecia, para volver por
Milán hasta el sur de Francia, Barcelona, Madrid,
Sevilla, es una singladura sencilla para los moteros,
con las buenas autovías que existen en España y las
“autoroutes” y “autoestradas” en Francia e Italia,
junto con las potentes máquinas, de gran cilindrada,
de dos ruedas. Pero, nuestro periplo motorizado que
hoy recordamos, data de 1967. Las carreteras de
aquella época eran infames, llenas de curvas, baches,
estrechas, con muy poca circulación. En el sur de
Francia e Italia, sólo nos adelantó un taxi matrícula
de Barcelona. Todavía los españoles no se atrevían a
salir fuera de la Península Ibérica.